El 21 de julio del verano del 72 George Carlin era arrestado acusado de hablar obcenidades, de pervertir al público y de atentado a la moral, todo después de terminar con su polémico monólogo Siete palabras que no se pueden decir por televisión. El comediante había traspasado los límites políticos de su época, al mismo tiempo que se transformaba en uno de los mártires, figura mítica y uno de los artistas más influyentes del stand up comedy. Carlin, influenciado por el mismisimo Lenny Bruce, se abria paso al Olimpo.
George era un tanto bipolar en su humor. Podía ser lo más escatológico posible y hablar con soltura de todas las partes y fenomenos del cuerpo. Pero cuando llegaba el momento de ponerse serio, vaya que lo hacía. Carlin atacaba con firmeza el gobierno, la hipocresía y la estupidez de la sociedad, el mundo, la religión y dios. Exponía su visión con una franqueza de pocos, hablaba sin pelos en la lengua, te hacía ver el mundo con otros ojos y se metía en tu cabeza y te mostraba las cosas con sinceridad, no con el cinismo imperante. Recuerdo haber tenido los debates mentales más grandes acerca del mundo y dios con sus monólogos, y aun los sigo teniendo cada vez que los veo. Es imposible no quedarse pensando después de escuchar a Carlin.
Hay que hablar también de lo increíblemente chistoso que era. Sus presentaciones eran desopilantes, de esas que quedan dando vueltas en la cabeza y causando risa cada vez que se le recuerdan. George siguió haciendo comedia hasta sus últimos días, y ni siquiera su edad le hizo perder esa gracia y chispa que siempre lo caracterizó. Llevaba la comedia en la sangre, y lo demostraba con cada gesto y palabra que disparaba desde el escenario. El micrófono era su arma, y sus palabras las balas más poderosas.
El genio nos dejó el 2008 debido a un ataque cardiáco enviado quizás por dios o Joe Pesci. Quién sabe. Lo que si sabemos es que el legado que dejó es innegable, un camino que han tomado cientos de comediantes y que lo han puesto de modelo. Su humor y su visión jamás pasarán de moda, sus palabras no serán olvidadas. El mundo necesita más Lenny Bruces, más Bill Hickses, más Richard Pryors y aun muchos más George Carlines. Y es que profetas falsos sobran, pero profetas de verdad, denunciantes y verdaderos, esos son los que nos hacen falta, y con urgencia. Que Joe nos escuche.
El autor.
George era un tanto bipolar en su humor. Podía ser lo más escatológico posible y hablar con soltura de todas las partes y fenomenos del cuerpo. Pero cuando llegaba el momento de ponerse serio, vaya que lo hacía. Carlin atacaba con firmeza el gobierno, la hipocresía y la estupidez de la sociedad, el mundo, la religión y dios. Exponía su visión con una franqueza de pocos, hablaba sin pelos en la lengua, te hacía ver el mundo con otros ojos y se metía en tu cabeza y te mostraba las cosas con sinceridad, no con el cinismo imperante. Recuerdo haber tenido los debates mentales más grandes acerca del mundo y dios con sus monólogos, y aun los sigo teniendo cada vez que los veo. Es imposible no quedarse pensando después de escuchar a Carlin.
Hay que hablar también de lo increíblemente chistoso que era. Sus presentaciones eran desopilantes, de esas que quedan dando vueltas en la cabeza y causando risa cada vez que se le recuerdan. George siguió haciendo comedia hasta sus últimos días, y ni siquiera su edad le hizo perder esa gracia y chispa que siempre lo caracterizó. Llevaba la comedia en la sangre, y lo demostraba con cada gesto y palabra que disparaba desde el escenario. El micrófono era su arma, y sus palabras las balas más poderosas.
El genio nos dejó el 2008 debido a un ataque cardiáco enviado quizás por dios o Joe Pesci. Quién sabe. Lo que si sabemos es que el legado que dejó es innegable, un camino que han tomado cientos de comediantes y que lo han puesto de modelo. Su humor y su visión jamás pasarán de moda, sus palabras no serán olvidadas. El mundo necesita más Lenny Bruces, más Bill Hickses, más Richard Pryors y aun muchos más George Carlines. Y es que profetas falsos sobran, pero profetas de verdad, denunciantes y verdaderos, esos son los que nos hacen falta, y con urgencia. Que Joe nos escuche.
El autor.
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