Es dificil encontrar gente tan cool como era Mitch. Sin duda una de las personas más chistosas que ha pisado la tierra. Y no estoy exagerando. Es que no eran solamente sus cortos y surrealistas chistes o su imponente figura tras el microfono, era hasta su forma de ser, hasta su forma de hablar. El hombre destilaba humor por los poros. Y es que cuando hasta cuando alguien dice "ok" sale gracioso, sabemos que estamos ante alguien grande.
El humor de Mitch no era el típico contar chistes a lo "Alvarito" Salas, o los contextos sin remate de algunos chicos del club de la comedia. Acá era risa por segundo, pensamientos triviales con un twist extraño. Tonteras. Pero tonteras de genio. Cosas como "Tenía un loro. El loro hablaba, pero nunca dijo 'tengo hambre', así que murió". Simples y brillantes. Y miles de ellos en sus presentaciones, junto con su inigualable forma de lanzarlas, con esa voz de stoner y la mirada baja por los nervios, como quien tira un comentario casual. Oro puro.
Hedberg no era como cualquier comediante, sus presentaciones no eran las típicas tampoco. Se podría decir que era un verdadero Stand up-Rock Star. Es cosa de escuchar alguna de sus sesiones con la gente gritando y recitando algunos de sus chistes al mismo tiempo que él, tal como en un concierto la gente canta las canciones. Y todo sin perder una pizca de la gracia. Un Morrison en el escenario, el comediante setentero y reventado que no le importa nada, pero no por rebeldía o por ser antisistémico. Aquí no hay comentario social, no hay ataques al gobierno, menos idea. Era comedia pura. Humor por el sólo hecho de hacer humor.
La vida de Mitch fue rápida y corta, de la forma que siempre quiso. Nuevamente, a lo rock star, a lo Janis, a lo Hendrix. Una sobredosis el 2005 quitó de este mundo a la máquina nerviosa, tímida, atacante, chascona y frenética del chiste. Pero la huella que dejó no la quita nadie. Seguramente debe estar en el cielo con sus koalas, su pipa, sus lentes oscuros y sus mechas, fumando con Jebus en alguna escalera eléctrica convertida temporalmente en escalera, muy muy lejos de la salida de emergencia. Escuchenlo y sabrán de que hablo.
Peace.
El autor.
El humor de Mitch no era el típico contar chistes a lo "Alvarito" Salas, o los contextos sin remate de algunos chicos del club de la comedia. Acá era risa por segundo, pensamientos triviales con un twist extraño. Tonteras. Pero tonteras de genio. Cosas como "Tenía un loro. El loro hablaba, pero nunca dijo 'tengo hambre', así que murió". Simples y brillantes. Y miles de ellos en sus presentaciones, junto con su inigualable forma de lanzarlas, con esa voz de stoner y la mirada baja por los nervios, como quien tira un comentario casual. Oro puro.
Hedberg no era como cualquier comediante, sus presentaciones no eran las típicas tampoco. Se podría decir que era un verdadero Stand up-Rock Star. Es cosa de escuchar alguna de sus sesiones con la gente gritando y recitando algunos de sus chistes al mismo tiempo que él, tal como en un concierto la gente canta las canciones. Y todo sin perder una pizca de la gracia. Un Morrison en el escenario, el comediante setentero y reventado que no le importa nada, pero no por rebeldía o por ser antisistémico. Aquí no hay comentario social, no hay ataques al gobierno, menos idea. Era comedia pura. Humor por el sólo hecho de hacer humor.
La vida de Mitch fue rápida y corta, de la forma que siempre quiso. Nuevamente, a lo rock star, a lo Janis, a lo Hendrix. Una sobredosis el 2005 quitó de este mundo a la máquina nerviosa, tímida, atacante, chascona y frenética del chiste. Pero la huella que dejó no la quita nadie. Seguramente debe estar en el cielo con sus koalas, su pipa, sus lentes oscuros y sus mechas, fumando con Jebus en alguna escalera eléctrica convertida temporalmente en escalera, muy muy lejos de la salida de emergencia. Escuchenlo y sabrán de que hablo.
Peace.
El autor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario